lunes, 14 de enero de 2013

Y aquí estoy, mirando al horizonte desde mi ventana,
viendo como el mar se extiende kilómetros y kilómetros,
mientras la brisa del mar llega a mi nariz y mi cuerpo se relaja 
con el sonido de las olas rompiendo contra las rocas.
La brisa acaricia mi pelo mientras yo pienso en nuestros momentos,
pienso en como el mundo se detiene en contacto con tu mirada,
más brillante a cada mañana que pasa.
Llevo mis manos hacia mis mejillas, recordando las veces que las acariciaste
mientras hacías que mi mente volase a las nubes;
sonrisas, caricias, melodías...
Esa melodía suave, esa letra que narra nuestra historia,
esa flor que se hace más y más bella por la persona que te la entregó,
pero que poco a poco, termina consumiéndose en la espera de que vuelvas.
Esos labios carnosos que son mi transporte al cielo,
esos que te rozan delicadamente como si  te fueses a romper,
con timidez y dulzura por miedo a herirte, pero realmente,
solo consiguen que el corazón se me desboque.
De nuevo, la brisa de aire aparece, pero esta vez es fría;
rodeo la cadera con mis brazos, añorando los tuyos...
Añorando la forma en la que me transmitías calor para hacerme sentir bien,
pero además de eso, consigues hacerme sentir única.
Cierro los ojos y veo los tuyos brillar, en mi mente, en mi corazón.
Veo tu sonrisa, amplia y hermosa, como estrellas en el cielo,
pero más bella que todas las estrellas del firmamento.
Tu olor, tus caricias, tus abrazos, tus besos, tu forma de hacerme sentir única,
es lo que me hace extrañarte, ya que al fin descubrí que somos dos mitades de una sola,
juntos, solo somos uno.
Y aquí estoy, mirando hacia el horizonte, susurrándote Te Amo para que
el viento, lleve mi mensaje hasta ti.

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